Lincoln College, octubre de 1946

Las ideas de Alexander Graham Bell sobre la herencia genética

Por Luis Alberto García
Publicado el 09/04/2018

La compañía telefónica de Alexander Graham Bell, que posteriormente se convirtió en la poderosa AT&T, inventó en sus laboratorios (los famosos laboratorios Bell) todo lo que merecía la pena ser inventado en el s. XX: el transistor, el rayo láser, la fibra óptica, el Unix, el lenguaje C, los satélites de comunicaciones… Gracias a Bell prácticamente se ha inventado todo, todo menos el teléfono, claro.

Además de gran inventor y hombre de negocios, hay un faceta menos conocida de Bell que merece ser recordada y hasta homenajeada, la de filántropo y la de un luchador convencido por sus ideas sociales. Sus trabajos previos con audífonos permiten aventurar que no trataba de inventar el teléfono, sus experimentos buscaban convertir el sonido en impulsos eléctricos y mejorar así la audición de las personas afectadas de sordera.

   

Primeros dibujos de Alexander G. Bell

No sólo sus primeros dibujos sobre el teléfono nos recuerdan a un antiguo aparato de sordera, sino que conocemos su motivación: La madre de Alexander era sorda, aunque no de nacimiento. Desde muy temprano, él mostró gran interés en ayudarla, no sólo inventó un lenguaje de signos para hablar con ella sino que se involucró activamente en círculos y asociaciones de sordomudos. A los 30 años se casó con Mabel Hubbard, también sordomuda aunque de nacimiento. Interrumpo aquí el discurso para rendir homenaje a un aragonés ilustre, Juan Pablo Bonet, a quien debemos la primera publicación de un lenguaje de signos a principios del siglo XVII y a quien los zaragozanos hemos honrado poniendo su nombre a una calle.

 

Lenguaje de signos de Juan Pablo Bonet

Pero tampoco es de la relación de Bell con la sordomudez de lo que quiero escribir, sino de su relación con la genética. Probablemente leyó algunos de los estudios sobre la herencia en el ser humano que mencionan el caso de la sordomudez, como el de Devay en 1857 o el de Chipault en 1863, o quizá otros textos sobre enfermedades con un componente familiar, como los trabajos de Mitchell, o el de G. H. Darwin en 1875 (aquí tenéis un reprint de 2009). Al estar casado con una sordomuda y tener una madre sordomuda, a Bell le preocupaba que sus hijos pudieran desarrollar tardíamente una pérdida de audición como la que aquejaba a su madre. 

Su interés por la herencia de las alteraciones genéticas le llevó a reunir un rebaño de ovejas con un número irregular de pezones. No hay que olvidar que en esta época todavía no se había redescubierto la obra de Mendel. En este rebaño organizaba los emparejamientos, anotaba de un modo sistemático tanto la genealogía y como los datos relativos a cada individuo. Podemos encontrar una descripción de los datos de este rebaño en un trabajo posterior de Davenport en 1905 sobre la herencia del color, tal era la calidad de sus registros a pesar de la época en la que fueron tomados y del hecho de que Bell no tuviera una relación estrecha con las ciencias agrarias.

Sus estudios sobre el tema de la herencia le llevaron al convencimiento de que la sordomudez era una enfermedad familiar, cuya incidencia aumentaba enormemente si ambos miembros de la pareja pertenecían a familias afectadas, como era su propio caso. En varias ocasiones expresó públicamente que los sordomudos no deberían casarse entre ellos, ya que la prevalencia de sordomudez en los hijos aumentaba de forma importante. Las asociaciones de sordomudos americanas obviamente montaron en cólera y resolvieron invitar a Bell en 1891 a dar una conferencia sobre el tema en el National Deaf Mute College en Kendall Green. Sin duda apreciaban los esfuerzos de Bell en mejorar la enseñanza del habla a sordomudos, pero algunos interpretaron su actitud como paternalista. Incluso se le acusó públicamente de promover una ley para la prohibición oficial de tales matrimonios. Hoy en día se le reconoce como la cara amable de la eugenesia.

De todas la ideas de Bell sobre la herencia, la que más llama la atención es la siguiente: Si un matrimonio entre sordomudos tiene mayor probabilidad de tener hijos sordomudos y los sordomudos tienden a casarse entre sí, no sería necesaria una separación geográfica, como en el caso de los pinzones de las islas Galápagos, para que la especie humana acabase dividiéndose en dos razas, una de ellas compuesta únicamente por sordomudos.

¿Y esto que tiene que ver con Mensa? se preguntarán. En el Lincoln College en octubre de 1946 se fundó nuestra asociación.

Luis Alberto García
Miembro de Mensa España
INIA - Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria (ESPAÑA)